Te voy a contar un cuento de superhéroes. En mi mundo Spiderman dispara chuches y la Masa me coge para que pueda saltar ese bordillo que yo solo no puedo. Ellos en mi mundo no disparan rayos láser, pero sí risas y abrazos.

Cada día, ellos se levantan convencidos de que avanzaré un poquito. Que seré capaz de decir una vocal o que seré capaz de meter ese aro de madera en ese palote que siempre se me resiste. Nunca tiran la toalla y mis avances son celebrados con cariño y un ¡¡¡BIENNNNNN LUCASSSS!!!! que sabe a agua fresca en el desierto del autismo.

Son capaces de meterse con cuatro de nosotros muchas horas en una clase y estirar nuestras posibilidades como si de chicle se tratara. Nunca se cansan y sus palabras siempre son de aliento y de ánimo para mí y mis compañeros. Son enormes guardianes de nuestro aprendizaje y consiguen merendarse bocadillos de paciencia con mantequilla de fuerza de voluntad.

No les mueve el dinero, ni siquiera la gratitud de una sociedad y unos padres que muchas veces piden más de lo que cualquier humano puede dar. Y ellos nunca se rinden. Siempre creen que se puede dar un poco más.

Son superhéroes porque un día la vida les preguntó qué querían hacer, y no se lo pensaron dos veces: decidieron ayudar a personas con autismo. Se han ganado el privilegio a opinar sobre mí y mis amigos, a no llevar corbatas y a que su móvil esté lleno de Lacasitos de chocolate. Estas personas, cuando se podrían ir de cañas como hacen las personas de su edad, se van con un grupo de personas con autismo a una casa en El Escorial.

Se meten en un cine sabiendo que quizás no podrán terminar la película, pero celebran con éxito aguantar un minuto más que la última vez. Intuyen cuando voy a ser capaz de decir mamá y jamás sienten que he fracasado.

No son mejores ni peores que tú, son simplemente superhéroes.

Estas personas son todos los profesionales que trabajan en mi colegio y que hacen que la grieta que hay entre la normalidad y la integración de los diferentes cada vez sea menor.

No pueden volar, pero si dar besos y abrazos a diario a personas con autismo y ese superpoder no lo cambian por nada.

La sociedad los necesita, son la elite de la dedicación y de la bondad, y algún día les pondrán donde deben estar.

Soy Lucas una persona con autismo y aprendo a lado de verdaderos superhéroes.

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín