Los abuelos.  Los grandes olvidados del autismo.

Los abuelos. Los grandes olvidados del autismo.

Hay unas personas que en el mar del autismo van en una patera maltrecha hecha con palos que encontraron en la arena de una playa olvidada.

Ellos pueden llegar a ser los grandes olvidados de esta guerra diaria. Casi todo el mundo focaliza su atención en la persona con autismo, en los padres y en el hermano, pero ¿y quién se ocupa de los abuelos?

Tienen que pasar su duelo individual, que aún puede llegar a ser más hondo y doloroso que el de algunos padres. Al ser víctimas de su propia educación y de los prejuicios de su generación, como lo somos todos, les cuesta un mundo entender ¿qué es eso del autismo?

En su mente no entra que es un síndrome sin curación y es por esto que suelen ser los últimos en hincar la rodilla y admitir la diferencia de su nieto.

En su cabeza hay asociaciones terribles que ahora ven en su nieto: ¿será el tonto del pueblo? ¿Se reirán todos de él?

Toman mucha fuerza las preguntas del tipo ¿Por qué a mí? Y a vecen encuentran en Dios una cueva para la tormenta que está inundando su alma.

Por otro lado, a ellos se les pide lo mismo que a otros abuelos: que vayan a por su nieto, que le lleven en el metro, que se queden con él los fines de semana, y ellos lo hacen. A pesar de ver en su cara una tristeza enorme, imborrable, perpetua y que nunca desaparecerá, ellos lo hacen.

Y es que su pena y su dolor son dobles: sufren por su nieto y mucho más por su hija o hijo, al que el autismo ha cogido por sorpresa.

Ven crecer a sus nietos en una tormenta emocional y familiar jamás vivida por ellos. Y a pesar de esto mantienen su patera a flote, gobernándola como el mejor capitán.

A medida que pasa el tiempo, los años, siguen sin aceptar la diferencia de su nieto. Y el mar del autismo les sigue mandando olas de la no integración y la diferencia de lo que más quieren, manchando su traje de marinero de manera perpetua.

Ven los efectos que esto provoca en sus hijos y aún así aprietan los dientes y nunca se derrumban delante de ellos, izando la bandera de: ¡bastante te ha dado a ti Dios, hijo mío!

Pero a escondidas lloran, rezan, maldicen y lamen sus heridas. Golpean cosas para calmar su rabia por algo que escapa a su razón y que no son capaces de digerir. Eso sí, cuando suena el timbre de su casa reciben a su hijo y a su nieto perfumados, peinados y con la mejor de las sonrisas. Nadie se da cuenta que vienen de llorar.

Por eso, hay que ayudarles teniendo una sensibilidad especial y haciendo que su patera consiga cruzar el estrecho del AUTISMO sin que en el viaje se ahoguen en las olas de la pena y la desesperación.

Por favor, vamos a cuidarles y darles crema para que no se quemen cuando el autismo brille con fuerza e intente traspasar su piel. Bastantes quemaduras tuvieron a lo largo de sus vidas.

– Reflexiones de un autista

 


Fotografía: David Martín